Adiós parte 2 (2016)

Hace un año, escribí un texto despidiéndome triste y melancólicamente de situaciones, pretextos, mentiras y sin sabores que al final me persiguieron un poco durante este año que está por culminar, porque aunque les dije adiós, las llevé en la maleta del 2016 a recorrer conmigo el barrio. Y se me pegaron hasta que vi que eran como esa prenda rota que me gustaba o que ya me quedaba muy grande de lo vieja y dejetada que estaba que ya no podía usarla nunca más y la tiré por fin.

Competir con el pasado es quizá el deporte favorito de las almas doloridas pero añorar con fervor aquello que pasó, lo que no ocurrió y lo que jamás sucederá aunque no lo crean, al final, sirve como una catarsis un poco sanguinaria para la voluntad del espíritu, pero catarsis de todas maneras y con ponzoñosas y cortopunzantes experiencias aprendes a sacar de adentro la contaminación emocional que no te deja avanzar.

Quizá, también, las inseguridades físicas y mentales se adueñaron de tu empire state of mind, de tu amor propio, de la cuota de importancia que te debes dar a vos como ser individual y primordial para tu existencia, y es normal, la catarsis... la catarsis. 

La verdad este año quiero escribir lo que aprendí:

Aprendí que decir adiós es sano, hasta para el cuerpo. Adiós a personas, amores, amistades, malos hábitos, mañas. Que hay adioses que permiten que te reconozcas y seas consciente de quién y cómo sos. Que hay que despedir de a poquitos el orgullo del malo y darle la bienvenida al orgullo del me quiero y me quiero mucho. Que las lágrimas lavan las toxinas del alma y te limpian para dejarla lista para lo bueno que vos estés dispuesto a recibir.

El 2016 también me enseñó que hay gente que puede estar tan lejos y a la vez sentirse cerquita. Que hay personas que vuelven porque así debe ser, para ayudarte o para que las ayudes, o para ambas cosas. Que saber perdonar es esencial, pero más aún, perdonarse a sí mismo, porque ese es el perdón que más cuenta. Aprendí que hay que confrontar todas las versiones, hablar y no suponer, y que se deben aceptar los errores. 

También, que estar sola no es lo mismo que sentirme sola. Que lo segundo no tiene que ver con lo primero sino con no saber y no tener la capacidad de estar conmigo misma y de valorarme. Que en el momento en el que empiezas a necesitar a alguien para estar bien entonces estás mal. Porque una necesidad, como el hambre, el sueño, la sed, cuando no se suple, te mata. Que yo soy suficiente, que estoy bien así, que llegará alguien y que mientras no llegue me disfrutaré al máximo. Que nadie me puede hacer sentir menos ni mal, ni siquiera yo misma y que si yo no me doy mi lugar en el mundo, nadie lo hará por mi.

Aprendí también que vale más el amor por uno mismo, por todas las extremidades, órganos, músculos, huesos,  células, neuronas, pensamientos e ideas de una. Que hay que hablarse bonito a una misma y dejar la crueldad de lado, eliminarla. Hay que exaltar lo bueno y lo malo o lo que no nos gusta no hay que criticarlo destructivamente sino aceptarnos para mejorar. que en definitiva hay que hacer ejercicio, hasta uno siente que el alma se vuelve más fuerte. Que para amar a los demás hay que amarse primero una, compartir primero con una misma y luego compartir todo lo bueno que hay en nuestro interior con el mundo.

Aprendí que la familia es primero, que ellos siempre te darán lo que los demás no pueden. Que es el amor, aparte del propio, que más debes cuidar. Y que no alcanzará la vida para agradecerles por tanto, por eso, pasar tiempo en familia debe ser una prioridad.

Además, aprendí que lo que no haga ya no lo voy a hacer después. Por eso, me compro lo que me guste ya, viajo ya, conozco gente que no pensé ya, bailó ya, me río durísimo ya, me cuido ya y expreso lo que pienso y siento hoy, mañana podría ser tarde. Eso sí, nada de insultar y dañar a alguien más.

Aprendí que primero hace falta escribir un texto sobre lo que perdí, sobre la devastación y desolación de un corazón roto para escribir con alegría lo lleno y completito que puede estar un año después.

Y este año me despido llena de gratitud.


¡Ay 2016! Gracias. Te me vas pero te me vas feliz, te me vas y me dejas a mí misma siendo mi todo, construyéndome, sin remiendos sino más bien como nueva. Edificándome, dándome al mundo de la mejor manera. Te recordaré como una de las mejores cosas que me pasó. No siendo más y después de tanta parafernalia y verborrea repito con el pecho cargado de emoción ¡Gracias! 

Adiós.

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