¿Un cuento corto antes de dormir?

La noche se divide en dos, el lado de la paz y la quietud envuelve al resto de los habitantes de la ciudad, mientras la oscuridad y la turbulencia invocan a la perversión en una fiesta en donde la música principal son los estallidos del contacto de dos cuerpos criminales del deseo y la desnudez, que hurta las vestimentas para esconderlas en el agujero negro situado debajo de la cama. Que se oigan los gritos, los gemidos, el pulso corriendo a mil y el canto de la respiración agitada. Que la vida se trate del ahora y la violencia se permita para desgarrar la ropa. Que se sometan a la esclavitud del erotismo y la espontaneidad cubra el aire con la ambición de lo carnal. Que se broten las venas de las extremidades fálicas y que el sudor los embriague de un calor más ardiente que el infierno mismo. Que nadie duerma, que todos bailen, y que él toque el tambor de sus dos nalgas timbálicas al ritmo en el que ella se retuerza de placer. Que él le pinte el lienzo de tez pálida con tintes violáceos, siendo su boca el pincel ayudado por la fuerza de sus manos. Volver al instinto animal, cazar al sexo opuesto en una danza de caricias ocultas, lamidas de adrede y orgasmos colaterales. Que el norte masculino le hable en lenguas a los bajos instintos femeninos. Que se destruya la noche entre un par de piernas abiertas y que el suspiro de la madrugada declare que ha sido una gran fiesta.

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