Orgasmo de viernes.

Me gusta compartir las cosas que leo, las que escribo, todo ese mundo.

Me gusta la gente con la que me siento libre de hacerlo, porque aunque no sea yo quien lo haya escrito, me hubiera gustado pensarlo, haberlo sentido antes de plasmarlo en palabras, y me gusta que esté escrito, que alguien más lo haya creado, se haya imaginado tantas letras en conjunto danzando, cantando, gritando, hablando, callando. Así como cuando yo lo hago y me invento algo, y me recuesto contra la silla y me dejo llevar por cualquier cosa que leí, que me gustaría haber escrito pero que no lo hice y que por eso me incita, me provoca en las entrañas, en lo más oscuro y en lo más puro agarrar un lápiz, apoderarme y poseer por completo un papel o un teclado vagabundo resuelto a mi voluntad y tatuar en el aire, en el espacio, en el tiempo, en la telaraña irreal de la virtualidad o en algún cuaderno de notas sin contar lo que veo sin ver, lo que sueño sin dormir, las pesadillas del vivir, lo que siento en los poros o lo que me cause insomnios.

Me gusta leer, re leer. Re leo lo que escribo y ¡Carajo! ¡Cómo me gusta escribir! Re escribir, garabatear, borrar, dibujar de la A a la Z. Se siente livianita el alma. Me gusta la gente que me lee, que me lee en estas letras y que me lee en la piel. A la que me dan ganas de escribirle o escribir por ellas o mostrarles algo que no escribí pero que me hubiera gustado y que me gusta que está escrito y me gusta más aún la mente que lo escribió. 

Me gustan las letras !Vaya que sí! Como me gusta el cielo, el concepto del vuelo, la primavera que es la vida, como me gusta la música, como me gustás vos.

Mmm ¡Qué delicia!

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