Un corto viaje a mis adentros

Acabo de entrar en un momento de ensimismación autista o la soledad de este medio día caluroso me envolvió en el suelo de mi cuarto, con la espalda recostada al lado derecho de mi cama, mirando la puerta corrediza medio abierta y deseando cerrarla por completo con la mirada, con seguro incluido, no sé, supongo que es de esos momentos en donde la vida es una clase de reflejo en el espejo, como si se tratara de una duología en donde cada una es opuesta a la otra, y la mitad, ese punto neutro, cero, en donde uno se encuentra es un estado de letargo mental, prolongadamente somnoliento, estático.

En mi afán de encontrar respuestas dentro la movilidad inerte en la que me encuentro, concluyo que es mi noctambulismo habitual de la noche anterior lo que provoca la austeridad de mis acciones del día, de mi desaliñada y masculina forma de sentarme mientras me sumerjo en la escritura y me percato de todo ello aunque abstraída del espacio y tiempo físico en el que mi cuerpo se encuentra. Parece que estuviera flotando en el aire, no, ni siquiera en el aire porque no siento nada, sólo flotando, y tampoco me explico como rayos estoy escribiendo ni como todo lo que sale de mi mente esta conectado mediana y coherentemente bien, sin antologías ni retazos de vidas pasadas o realidades paralelas, es más, así no me lo crean, no he borrado ni la primer palabra desde que empecé este texto, no he releído, no podría, no me escucho ni siquiera. Siento las turbinas de un avión en mis oídos, embombándolos y aislándome más de la voz de mi mamá llamando a mi hermana, de mi papá diciendo que debería verme no sé que película, de mi celular que no encuentro hace más de media hora y que supongo se cayó debajo de mi cama. Unas turbinas que me ensordecen y me ciegan, sólo hasta el momento en que mi mente comienza a divagar por el mundo de los flashbakcs, de lo que debí o no hacer, de los errores que me hubiera encantado cometer y no arrepentirme nunca de ellos, de los que me arrepiento y quiero eliminar o enviar al rinconcito más empolvado y olvidado de mi cerebro,  lo que hice, lo que hago y lo que no he hecho. A donde he ido, a donde iré ya donde nunca llegué y, no sé si es el viento  que sopla por las ventanas levantándoles las faldas o cortinas, como prefieran, lo que me rosa los labios o soy yo recordando mientras viajo por el segundo círculo del infierno de Dante, las bocas que me han besado o una sola en particular. Noches, días, bailes, risas, tragos, apariciones, amigos y desconocidos, gratos desconocidos y falsos amigos, peleas, tristezas y alegrías, de esas dos últimas muchas, amor, desilusión,  es una recapitulación de lo que ahora tengo gracias a lo que nunca tuve y nunca me faltó, de lo que soy a través de lo que fui y de lo que seré, pero que al final es la misma esencia la que perdurará. 

-Karen ¿Vas a almorzar ya?-
- Sí-

Me doy cuenta que estoy encorbada y me duele la espalda, que no ventea para nada pues las ventanas están cerradas, que escribí muy poco o en realidad nada, que quiero unas amapolas rosadas y la lengua me sabe a limonada granizada, que volví a la realidad de este lunes festivo y releyendo lo que escribí con anterioridad, ahora sí que soy incoherente, cuando vuelvo a ser del mundo.

Hoy no siento nada pero aún tengo un cuerpo para este alma. Hoy, existo y luego pienso.

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