V.

Fugaz le queda perfecto de definición y en todos los sentidos.

Llegar y saber que es a lo que se va y aún así, no saber por donde rayos comenzar. La noche pareciera que se exaspera con la falta de iniciativa pues se conoce corta, de poca duración y el crepúsculo jamás sería testigo de dos cuerpos jugando a encontrarse en lo profundo; no aquella vez. Entonces, de adrede y sin segundas intenciones, la mano masculina asesina la luz artificial que deja a la penumbra hacer de las suyas, envolviendo a ambas partes en una duda que ardía, que quemaba como un incendio infernal,   que lo hacía con más intensidad al desnudar, tocar, sentir, penetrar en un universo desconocido por el otro mientras la boca de un él buscaba calmar la sed devorando los labios de una ella y robándole saliva cual manantial. Una duda que invitaba a que uno se fuera encima del otro, como una lucha, como una guerra, una guerra que los exhortaba, siendo el mejor argumento posible, al placer, a entrecortar la respiración, a ahogarse el uno en el otro.

Nadie buscaba nada en medio de todo, y ambos buscaban algo en medio de la nada. En una cama pequeña, al lado de una ventana fría, empañada por el vapor que ambos cuerpos, casi celestes, expedían luego de arder, fusionado con el frío de una noche lluviosa apunta de convertirse en día, en 12:00am.

Sólo quedaba regresar, él a las verdades que no quiso revelar y ella a no querer esperar un "Hola ¿cómo estás?" para no pensar que era un canalla, aunque antes de tocar su cama ya lo consideraba. Recogen la moral del piso como si de otra prenda de vestir se tratara y de la conciencia se borra aquella noche que ya había sido planeada, sin pensar en consecuencias, ni exigir compañía a cambio salvo, dando un beso de despedida mientras cada quien sigue con su vida.

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