Así y todo yo te amo.

Ni siquiera sabía con que palabras empezar a escribir. Hoy simplemente mis ojos dejan ver no lo mejor de mí, sino ese lado desesperanzado, ese vacío lleno de miedo, como un espíritu perdido en un lote baldío. Me toca escribir para no acabar demente, para creer que al menos sigo teniendo en las manos el arte de juntar palabras para darme entender porque es que el habla ya no me funciona, la voz ronca y gruesa que me caracteriza parece abandonarme cuando más la necesito, para hablar contigo.

He caído no se cuantas veces arrodillada delante de ti, envuelta por tus ojos, grandes ojos café de pestañas largas, infinitas según el latir de mi corazón cuando me miras, y yo solo dejo que el agridulce sabor de tenerte a medias lo saboree mi lengua cada vez que de por medio hay un beso insípido separándome, alejándome de ti. ¡Qué no entiendes que te amo! Y me duele, casi me mata de forma calcinante, fulminante, tu indiferencia, ser la última en la lista de espera que lleva de título tu día a día. Ya no sé como explicártelo sin que pienses en una exageración, ya no sé como decírtelo sin que digas que me dedico a hacer de nuestros sábados un combate entre los dos. Lo que yo necesito es tu amor, lo que yo quiero es que no me dejes esperando por migajas, cual paloma de la plaza sin más oportunidad, y ni eso, porque al menos ella podrá volar y olvidar la mano de quien le dio de comer por última vez, yo en cambio acumulo recuerdos y en el centro de ellos tu rostro, tu mirada. Un día de estos me voy a parar frente a ti y te voy a exigir a los ojos, que me digas cómo lo haces. Que me expliques razón a razón cómo es que apareces y desapareces de mí el dolor  de cabeza, el dolor de lengua, el dolor de manos, el dolor de letras, el dolor de vida. Te voy a pedir que me enumeres uno a uno tus gestos  y su efecto en mí. Que me cuentes, palabra por palabra, cómo haces para aparecer  y desaparecerme en ti, porque aún no te me entiendo, pero así te amo.

¡No me dejes ir! Ni para mis adentros, cuando me ensimismo. Quiéreme, ¿qué te cuesta? Ya estoy cansada de rogar y aún así aquí lo sigo haciendo. Es que el amor me puede, me puede mucho, me puede tanto que aquí me lees, suplicando que me mires de nuevo, como me miraste la primera vez que encontraste gusto y placer al verme, como cuando sonreías por mí. Sí ese gusto se acabó, sí tocar mis manos y besar mis labios así sean esas dos insignificantes horas y media, el sexto día de la semana en la noche, que se convierten en todo para mí ya no te emocionan el sentir, entonces, sólo entonces vete, dime adiós cruelmente, o hasta nunca mejor, para matar mis esperanzas sin agonía y rápidamente, porque hasta nunca es hasta nunca, pero ¿adiós es hasta qué? No, ya no quiero soñar contigo y hablarle a tu ausencia en la oscuridad de mi cama si decidimos dejarnos por enésima vez, ya no. Sí me amas no me dejes ir, no me hagas esperar más por ti, como si yo no te valiera. Sabes bien te he dado todo ¡Injusto! Ámame como debe ser o déjame ya de una buena vez, que tu ego me consume y no me deja volar, ni hacia ti ni hacia mí. 

Comentarios

Entradas populares